Análisis del contexto:
Existen un paso fundamental y previo a la gestión del
talento. Y es saber captarlo. En este punto, la labor de los directivos se hace
imprescindible. Son ellos quienes saben los objetivos de su área, y por lo
tanto las cualidades que tiene que tener el equipo a su cargo. Si quieren
disponer del personal más talentosos, lo mejor es colaborar mano a mano con el
departamento de RRHH dotándole de una lista detalla de funciones y habilidades
requeridas.
Sólo de esta manera, sabiendo lo que realmente se necesita,
el departamento de Recursos Humanos puede desempeñar correctamente la función
de ‘caza talento’.
Una vez que se tiene el talento hay que retenerlo y evitar
su fuga. El directivo nuevamente juega un papel fundamental, pues son ellos
quienes deben evaluar a su equipo y manejar los datos para saber quién es el
trabajador más rentable o el que menos en función de su capacidad productiva y
lo que se espera que aporte a la empresa. También en función de su actitud y de
su motivación por el desempeño y progreso. Muchas veces se dejan llevar por las
emociones y no son capaces de evaluar de manera objetiva a su entorno ni su
repercusión e impacto en la empresa.
Por otro lado, las compañías ya no sólo piden competencias
técnicas, o eso nos hacen creer. Ahora también exigen que los empleados cuenten
con unas competencias emocionales fuertes. Esto suena bucólico. Es el sueño de
quien esté empezando a introducirse en el mundo laboral. Pero cuando accedemos,
la realidad es otra. Entonces, ¿Por qué se genera esta inadecuación entre lo
que nos exigen a lo que realmente hay? ¿Dónde surge el conflicto?
A mi parecer, dichas competencias emocionales están siendo
imprescindibles ahora, pero no resultan útiles ni necesarias para quien ya lleva
dentro de la empresa 15 años. Ahora mismo, en las estructuras organizacionales
nos encontramos con directivos que han ido escalando a esa posición no porque
dispusieran de escucha activa o tuvieran capacidad de adaptarse, sino porque
por aquellos entonces, se necesitaba ese puesto e iban ascendiendo de forma
automática hasta llegar a ocupar altos cargos.
Estamos ante una generación que busca cambiar el estilo de
dirección, pero los que ahora mismo ocupan esos cargos no están preparados para
ello ni quieren.
Actualmente, uno de los estilos de dirección que define
Daniel Patricio en el libro ‘Manual de Recursos Humanos’, basándose en el
estudio realizado por la Universidad de Harvard, que más encaja con la realidad
es el nombrado ‘estilo dominante’. Directivos que no escuchan y exigen más de
lo que se debe e incurren en una saturación del trabajador.
Me centro sobre la actitud del directivo primero por la
importancia que este tiene a la hora de gestionar personas, ergo el talento, y
segundo porque, y según indican varios estudios, la razón por la que mucha
gente abandona su puesto de trabajo es a causa del comportamiento de su jefe.
LinkedIn ha entrevistado a más de 10.000 usuarios de su red queriendo
conocer los motivos que les han llevado alguna vez a cambiar de puesto de
trabajo. El primer motivo ha sido la falta de proyección dentro de la empresa,
y el segundo, con un 41%, literalmente ‘la incapacidad de los jefes de sector
para demostrar un liderazgo adecuado y mantener a todo un equipo de trabajo
funcionando en niveles aceptable’ (Universia, 2016) .
Al presentarse este panorama es lógico que el nivel de
rotación en la empresa sobrepase el porcentaje marcado como óptimo. El problema
no está entonces en los empleados y en su baja motivación o capacidad, sino en
la actitud de los jefes/directivos.
El líder que realmente presenta un mayor impacto y consigue
una mayor efectividad en los empleados es aquel que es empático, asertivo, aquel
que controla sus emociones y gestiona bien el tiempo entre otras cualidades.
Lo ideal sería tender a un modelo cooperativo, donde todos
se sirvan de todos para poner soluciones y llegar a los resultados. Pero, ¿Se
puede conseguir esto con la nueva generación Millennial que empieza a
introducirse en el mundo laboral? Si bien es cierto esta generación busca crear
impacto, trabajar en un lugar idílico con gente cooperativa, motivada y que sepa
motivar. La realidad es que lo que nos rodea no deja que nos comportemos de
esta manera. La tecnología y la impaciencia que se vive en este mundo VUCA, entre
otros factores, nos causa presión (NTN24, 2017) .
Nos tratan como una generación especial, la cual posee todo
lo que desea. Sin embargo, ni somos especiales, ni podemos tener todo lo que
deseamos, y gracias a esto, hemos incurrido en una falta de autocrítica y abstracción,
lo que nos lleva a una frustración que hace que se cometan conductas impropias.
Estamos observando cómo, gente que dice querer cambiar las
conductas de las grandes empresas llevándolas a generar más actitud positiva
frente a sus empleados y sus necesidades, sean los mismo que luego se pasen una
noche de cena con amigos mirando el móvil en vez de conversar entre ellos. Esta
generación se cree con derecho. Derecho a exigir y recibir, pero no a dar. Ante
este panorama es imposible que las empresas giren 360 grados, pues no hay que
olvidar que éstas están conformadas por personas de carne y hueso.
Tener este modelo cooperativo, además de ideal, es
necesario. Es una puerta más que se abre
de cara al mercado para hacer a una compañía más competitiva.
Según un estudio sobre la evolución de la competitividad
elaborado por Caixabank, la situación es, en palabras textuales, que ‘desde el
euro y hasta el inicio de la gran recesión, los costes laborales unitarios
aumentaron más en la economía española que en los principales socios
comerciales. Y esto provocó una fuerte pérdida de competitividad.’ Estos costes
crecieron un 29% más en nuestro país en comparación con los restantes 49 países
pertenecientes a la OCDE. Esta situación se produjo de manera generalizada en
todos los sectores.
Desde el año 2011, según este mismo estudio, la
competitividad está siendo recuperada, siendo está igualmente generalizada en
todos los sectores. Para seguir por el mismo camino de recuperación, hasta el
mismo FMI ha señalado que los salarios deberían de incrementarse poco a poco
para evitar dar marcha atrás (Vozpópuli, 2016) .
Además, yo añado que también se tiene que seguir trabajando
en la satisfacción del empleado y que ésta sepa ser generada por la empresa.
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