Experimentos Sociales: Milgram



Stanley Milgram, hijo de judíos y discípulo de Asch, quiso saber por qué se llegaron a cometer los crímenes tan terribles contra los judíos en la Alemania nazi. Para ello, en 1961, realizó un experimento con el que medir el grado de obediencia del participante poniendo en juego los valores éticos y morales de la propia persona.

En el artículo que publicó en 1974 llamado ‘El peligro de la obediencia’ describe la conclusión de dicho ensayo: ‘La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad.’

Para el experimento se necesitaban tres personas. El experimentador de bata gris, el maestro, sujeto experimental, y el alumno, cómplice del experimentador. El experimentador explica al participante que dicho ensayo sirve para estudiar la memoria y el aprendizaje. Para ello tiene que dictar al alumno parejas de palabras. Cuando le pregunten, este debe de saber cuál es la pareja de la palabra que el maestro le propone. Si falla, recibe una descarga, la cual irá aumentando de intensidad según vaya avanzando el experimento.


Experimentos Sociales: Milgram



En ningún momento el maestro tiene contacto visual con el alumno, sólo capta sus palabras de súplica para parar, pues las descargas le hacen daño y, además, ‘padece del corazón’.

Los resultados fueron completamente inesperados. Ningún psicólogo fue capaz de predecir lo que sucedería, pues ellos sostenían que el 3% no pasaría de aplicar la descarga de 300 voltios. La realidad fue que el 0% de los participantes abandonó antes de empezar la prueba, y el 65% llegó a pulsar la última descarga de 450 voltios.

Un hecho que llamó la atención de Milgram es que los participantes mostraban nerviosismo, estrés, sudores, risas incontroladas, pero se escudaban en que la responsabilidad era del científico y en su férrea autoridad, lo que les hacía continuar.

Además del conformismo, Milgram saca una conclusión fascinante. La teoría de la cosificación a través del Estado Agéntico (Todo está relacionado, 2012). Cuando la autoridad muestra una fuerte disciplina es cuando aviva la obediencia por parte del sujeto sometido, pues este se siente como mero instrumento acatando unas órdenes, por lo tanto, el responsable de sus actos no es él, que sólo ejecuta, es del científico. Este experimento también deja entrever la asunción del rol que juega cada uno, y cuando este hecho se produce, es imposible volver atrás. Pues el maestro sabe perfectamente quien es la autoridad, quien es el ejecutor, en este caso él, y el papel tan fundamental que juega a la hora de hacer el experimento. En definitiva, se muestra una inconsistencia entre lo que se piensa, los valores y los actos.

Como conclusión las acciones dependen claramente de la situación en la que nos encontremos, aunque seamos razonables e inteligentes. Todos creemos tener unos valores y una moral insuperables, en cambio cuando ejercen una presión tan extrema sobre nosotros, sacamos lo peor.

Son curiosas las etiquetas que se asignan sobre los ciudadanos de otras nacionalidades. Los alemanes, cuadriculados. Los franceses, demasiado soberbios. Los italianos, esos se asemejan más a la cultura española, etc. Sin embargo, otro hecho curioso es que el resultado de los experimentos no variaba nada de un país a otro. No seremos todos tan distinto al final.

La realidad en la que muchos se escudan para superar este Estado Agéntico es la falta de herramientas y recursos para imponernos a la autoridad. Lo que se suele expresar como: ‘No me ha quedado más remedio’. En cambio, en el estudio ha quedado demostrado que no es cierto. Basta con ser firme, seguir con la coherencia entre los pensamientos y los actos y aprender a decir NO.

En Francia quisieron hacer un experimento parecido en el año 2009 para ver hasta qué punto la televisión ejercía ese papel de la autoridad. El supuesto reality se hizo llamar ‘La zona Extrema’ (El juego de la muerte, 2009). El procedimiento fue el mismo, aplicar descargas eléctricas de hasta 450 voltios por respuesta errónea. Los candidatos que fueron elegidos, cuando se les contó que el programa se basaba en castigar a través de descargas eléctricas la mayoría se reía y sus respuestas eran: ‘Por mi bien, no soy yo el que las recibe’, ‘yo hago de verdugo y tú de victima’, ‘¡Hago de malo!’ o ‘Me van a abuchear’. De los 80 sujetos, y la historia se repite pese a cambiar de siglo, todos aceptan participar. Se introdujo un nuevo factor diferencial con respecto al ensayo de Milgram. En este caso querían público real que ignorasen por completo la situación para estudiar también su reacción. Para el público, la autoridad era el animador y para los participantes era la propia presentadora que ya empezaba el programa diciendo: ‘pase lo que pase, hay que llegar hasta el final’. Seguido de un: ‘examinador, el juego está en tus manos’. En este caso, el porcentaje fue mucho más alarmante. Los participantes que llegaron hasta el final fueron de un 81% (infonomwebcam, 2012).

Para poder superar esta situación, requiere tomar una determinación con respecto nuestra lucha interior y ejecutar ese comportamiento ejemplar que nos caracteriza. En esos momentos la persona se ve separada entre sus pensamientos y acciones, y deja de lado la coherencia entre ambas. Volver a juntarlas requiere de una fuerza suprema, pero no imposible.

Cuando la autoridad desaparece, en el ejemplo del reality, los resultados dan un giro de 360 grados. El 71% de los participantes se plantan ya que carecen de esas instrucciones estrictas y tienen mayor libertad de elección a su parecer.

Simplemente hay que enfrentarse a la autoridad y vencer el miedo a la desobediencia y sus consecuencias. En este caso, tal y como intentaban hacer los concursantes de ambos experimentos, no sirve de nada la negociación, pues esto muestra en cierta medida un grado de vulnerabilidad. Hay que mostrarse firme. Además, el entorno recrea un papel fundamental en este proceso, pues en esos momentos de lucha en tu cabeza, te sientes completamente solo.

Por último, conviene trabajar la autoestima, pues esta es el modo en que usemos nuestra conciencia y hace que nuestras acciones cobren sentido con respecto nuestros valores.


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