Philip Zimbardo quiso
experimentar en 1971 cómo influye el contexto en el que nos hayamos en los
comportamientos y actuaciones.
Para este ensayo se reclutaron
voluntarios que desempeñarían los roles de policías y prisioneros en una cárcel
ficticia ubicada en los bajos de la propia universidad. El objetivo era
observar el comportamiento de ambas partes al haber asumido un rol específico.
Estaba todo estudiado al
milímetro para incitar a que se asumiera el rol lo más rápido posible. A los
policías se les puso gafas de sol para evitar el contacto visual con los
reclusos y así poner barreras a las emociones, y a estos se les dotó de un
número y vestimenta propia de delincuentes para despojarles de identidad y
hacerles sentir como un animal.
La demostración de que los
presidiarios habían interiorizado su rol fue cuando se les ofreció la libertad
condicional a cambio de su paga. La mayoría aceptó. Pero Zimbardo, probando su
repercusión, las rechazó y ninguno abandonó el experimento. A partir de ese
momento no había ninguna razón para seguir.
El experimento refleja que cuando
le es otorgado a alguien la autoridad, y esta pasa el límite de lo ético,
supone abusos de lo más inimaginables tales como la humillación, la perdida de
la personalidad, el quebrantamiento moral, acoso psicológico, etc.
El propio Zimbardo se asustó al
ver que, al intervenir en un momento dado en el experimento visitando la sala
donde se encontraban los reclusos con visitas, él mismo había adoptado sin
darse cuenta una posición de ‘general’ a través de su lenguaje no verbal (Youtube, 2012) . Además, el propio
Zimbardo se molestó con el verdadero departamento de policía ya que quería
traspasar el experimento a celdas reales al cuarto día porque se escucharon
rumores de huida.
El experimento tuvo que ser
cancelado antes de lo previsto, pues se estaba llegando a unos extremos que
desde bien pronto se hicieron incontrolables. La psicopatía que poseían los
policías se vio presente desde el primer día. Esto les llevó a cometer
verdaderas humillaciones, vejaciones y actos sádicos.
Varios científicos abogan que la
maldad es una creación de la mente humana, de la moral. Y para que se entienda
se tiene que saber las diferencias entre el bien y el mal. El acto de hacer el
mal es un proceso, y cuando se observa que ha funcionado la primera vez y que
se obtienen respuestas de sumisión, toma cuesta abajo, se acelera y estas
acciones por parte de quien tiene el poder llegan a ser incontrolables.
TU MAL REALIZADO
ResponderEliminares directamente proporcional
a la realidad que tapa,
a la razón que silencia,
al espacio social que quita al que demuestra de manera irrefutable
y al bien que se atribuye falsamente
http://delsentidocritico.blogspot.com/ pic.twitter.com/qNV2H5PoYZ
Mira, en honor a la verdad, CUANDO TÚ CONSIGAS QUE TODO LO QUE HAGAS SEA MORAL, ¡todo!, harás el bien.
ResponderEliminarAsí es. Lamentablemente en muchos hechos que tú haces NO HAY MORAL (ni siquiera ética) porque :
-se triunfa o se coge un beneficio a través de una mentira o de una sinrazón (de usuras, de desahucios, de cortar árboles… hasta llegar a miles de sinrazones)
-se juega sucio estando tú en una SITUACIÓN DE PODER frente a otro (también hay situación de poder en miles de casos en donde uno está respaldado por una ventaja o poder y el otro no)
-se veta de alguna manera a alguien (quitándole espacio social, manteniendo tú siempre un NEGACIONISMO sobre su dignidad siempre negada, silenciándolo, potenciando el valorar que le perjudica sólo a él y a ti jamás etc)
-se hace pasar un mal por un bien para una inevitable finalidad de fanatismo, alineación, telebasura, corporación cerrada, costumbre injusta, extremismo, etc; es decir, se hace pasar algo inmoral por moral usando sutiles modos de enseñanza, de adoctrinamiento, de disciplina INTERESADA o bien de un establecimiento de un PENSAMIENTO ÚNICO o de un MODO DE VALORAR SECTARIO (pero nunca racional) que se impone usando todos los recursos-presiones públicas. JOSÉ REPISO MOYANO